Un pueblo húngaro lugar de peregrinación de los judíos ultraortodoxos
Decenas de miles de judíos ultraortodoxos, vestidos de negro, peregrinan cada año hasta la tumba de un famoso rabino taumaturgo en el norte de Hungría, al cual celebran orando en yidis con los ojos cerrados.
"Se dice que cualquiera que venga aquí tendrá una vida bendita", explica a la AFP Tobi Ash, de 57 años, en Bodrogkeresztúr, pueblo de 800 habitantes ubicado en el corazón de los viñedos de Tokay.
Esta bisnieta del rabino Yeshaya Steiner, muerto en abril de 1925 después de haber dedicado su vida a los pobres, le rindió homenaje durante tres días.
En la región cuna del judaísmo jasídico -una de las principales corrientes de la ortodoxia judía-, era considerado un "hacedor de milagros".
Recibía en su casa a una multitud de fieles que creían en sus poderes de sanador de niños o de salvador de matrimonios. Una tradición retomada por su descendencia hace unos quince años.
Como Tobi Ash, los peregrinos vinieron de toda la diáspora, en vuelos chárter, autobuses o incluso helicópteros.
"La gente siente que mi abuelo los escucha y los conecta con sus raíces", cuando le piden que les dé salud o que case a sus hijos, explica su primo Menachem Mendel Rubin, de 38 años, que viaja regularmente desde Nueva York.
Bodrogkeresztúr, situado a 220 kilómetros al noreste de Budapest, albergaba una importante comunidad askenazí. Pero 750 de ellos fueron deportados a los campos de exterminio nazis durante la Segunda Guerra Mundial y casi ninguno regresó.
Nacido en la comuna, Israel Grosz sobrevivió al Holocausto antes de emigrar a Estados Unidos. El hombre de 92 años, con barba blanca y una gran sonrisa, es el pariente vivo más anciano del rabino Steiner.
"Me llaman todos los días para saber si heredé los poderes de mi abuelo", comenta divertido.
- Número de participantes en aumento -
Tras el período comunista, que terminó en 1989, la familia compró la casa ancestral y comenzó a acoger a los creyentes.
Las mujeres, menos numerosas, y los hombres están estrictamente separados. La Torá en hebreo nunca está lejos y bajo la gran carpa blanca se cocinan las tortas típicas, los platos en salsa con carne kosher y los rugelach, las medialunas de chocolate.
El rabino Steiner ayudaba a judíos y no judíos, y Laszlo Bozso, de 87 años, recuerda que su abuela vino a pedirle consejo sobre planificación familiar.
"Gracias a él estoy aquí, es un poco un milagro", confiesa, sentado en un banco observando la multitud de recién llegados.
En el cementerio judío, situado en la colina que domina el pueblo, Sean Casper, un londinense de 55 años, "rezó por todos los que se unieron a la oración vía Facebook".
En el mausoleo de piedra se apilan miles de cartas con los nombres de los peregrinos y de sus familiares que no pudieron desplazarse.
Según los organizadores, alrededor de 50.000 participantes fueron identificados este año, mientras que eran solo unos pocos miles al comienzo.
Un número que se duplicará o incluso triplicará con motivo del centenario de la muerte del rabino en 2025.
Para algunos vecinos, es un "choque cultural", comenta el alcalde Istvan Rozgonyi, sobre todo porque esta vez la policía prefirió cerrar los locales para evitar los atascos causados por los autobuses fletados.
Muchos se benefician económicamente de las repercusiones económicas, como Tamas Kurucz, de 34 años, que vende imanes con la efigie del rabino. "Me encanta este ambiente festivo", subraya.
(F.Bonnet--LPdF)