Le Pays De France - Los 30 amargos años de independencia para la diáspora de Eritrea

Paris -
Los 30 amargos años de independencia para la diáspora de Eritrea
Los 30 amargos años de independencia para la diáspora de Eritrea / Foto: © AFP/Archivos

Los 30 amargos años de independencia para la diáspora de Eritrea

De niño, en los años posteriores a la independencia de Eritrea, Filmon Debru esperaba impaciente la llegada del mes de mayo y las festividades por la nueva soberanía del país y los héroes independentistas.

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Fiestas, música y bailes duraban un mes para conmemorar la victoria sobre el ejército etíope en mayo de 1991, con la independencia proclamada en mayo de 1993, tras un referendo apoyado por la ONU.

Encaramado en los hombros de sus padres, el pequeño Filmon miraba los desfiles coloridos y el ambiente de "euforia". "Había una verdadera felicidad (...) Todo parecía mejorar", recuerda este hombre, actualmente de 37 años.

El nuevo país de 117.000 km2 en el Cuerno de África, a orillas del mar Rojo, nadaba en optimismo.

Eritrea celebra este año sus 30 años como Estado, pero para Debru, no hay nada que celebrar.

La esperanza y el potencial que sentía se desvanecieron, aplastados por un régimen totalitario y represivo dirigido por Issaias Afeworki y apodado "la Corea del Norte africana".

En este pequeño estado cerrado de partido único, las voces disidentes desaparecen en el gulag y los civiles son reclutados de por vida al ejército y obligados a trabajar en un sistema de servicio nacional que organizaciones de derechos humanos y la ONU califican como esclavitud.

Nunca hay elecciones, no hay prensa libre ni oposición política o sociedad civil.

Paria mundial, Eritrea enfrenta sanciones por su injerencia en conflictos regionales, como la guerra del Tigré, en Etiopía, donde su ejército ha sido acusado de numerosos abusos.

- "¿Para esto murieron?" -

En busca de empleo y libertad, cientos de miles de eritreos han huido del país. Filmon Debru fue uno de ellos.

"Sinceramente, ¿qué se puede celebrar?", cuestiona este desarrollador informático que casi pierde las dos manos en la ruta al exilio, torturado por contrabandistas en la península de Sinaí. Vive en Alemania desde 2014.

En Eritrea las conmemoraciones públicas están en pleno apogeo, con escolares disfrazados cantando canciones patrióticas sobre el tema de este año: "Un logro heroico anclado en filas unidas".

Una "Copa de la Independencia" recorre el país, recogiendo "tierra sagrada" de los lugares de las legendarias batallas contra la poderosa vecina Etiopía.

La propaganda divulgada por la cadena nacional Eri-TV rinde homenaje a los luchadores por la libertad. Pero ha borrado a las figuras de la independencia convertidas en críticas del régimen, afirma Meron Estefanos, una periodista y activista sueco-eritreana.

Como muchos eritreos, ella perdió a miembros de sus familias en la lucha por la independencia y el resultado de su sacrificio la enfurece.

Recuerda a sus cuatro tíos muertos. "¿Qué dirían?", cuestionó. "¿Para esto murieron?".

- Generación "sacrificada" -

Issaias Afeworki, quien llevó a los rebeldes a la victoria, asumió la presidencia tras la independencia mientras se celebraban elecciones en el marco de una nueva constitución.

En esos años llenos de promesas, los padres bautizaban a sus recién nacidos Netsanet (libertad), Awet (victoria) y Selam (paz). Los combatientes de la libertad eran asediados en la calle con flores y besos, los medios de comunicación prosperaban.

Pero todo eso duró poco.

En 1998, Eritrea y Etiopía se enfrentan en una guerra fronteriza que duraría 10 años, un período sangriento que dejó decenas de miles de muertos.

Para Meron Estefanos, la generación que llevaba el futuro del país, los niños de la independencia, fue diezmada en la guerra.

"Bailaron por la independencia y luego (...) fueron sacrificados en una guerra que no tenía ningún sentido", señaló.

- "Llamado a actuar" -

La última esperanza de democracia se extinguió con una purga violenta de la oposición política en 2001.

Eritrea ocupa el fondo de la clasificación mundial de libertad de prensa, derechos humanos, libertades civiles y desarrollo económico.

Vanessa Tsehaye nunca volvió a ver a su tío Seyoum, un respetado periodista, tras la represión de 2001.

Para esta militante de 26 años nacida en Suecia, "la fiesta de la independencia es un llamado a actuar", una ocasión para rendir homenaje a todos aquellos que, como su tío, soñaban con una Eritrea libre.

Numerosos miembros de la diáspora "sueñan día y noche con volver" al país, dice Habte Hagos, quien ha pasado la mayor parte de su vida adulta fuera de Eritrea.

Para él, la fiesta de la independencia suena como un doloroso recuerdo de los años perdidos.

Asegura que hoy, los juicios sobre la situación del país son más duros, en especial porque los jóvenes eritreos tienen el mismo destino que sus ancestros, forzados al exilio o a convertirse en soldados en guerras como la del Tigré.

"Hemos vivido más de 60 años de infelicidad", expresa Hagos, quien en 2014 fundó el grupo Focus, de defensa de Eritrea: "Los eritreos han tenido suficiente".

(F.Moulin--LPdF)