Pasado, presente y futuro del Tíbet a los 65 años de su fallido levantamiento
A sus 88 años, el dalái lama asegura que todavía le quedan décadas de vida por delante. Pero cerca del 65 aniversario de la fallida revuelta del Tíbet, sus seguidores se preparan para un incierto e inevitable futuro sin él.
Muchos temen que Pekín nombre a su sucesor para reforzar su control en esta región en el norte del Himalaya, que durante siglos alternó periodos de independencia y de control chino.
El gigante asiático considera esta meseta "parte" de su país. Sus tropas la ocuparon en los años 1950, o la "liberaron pacíficamente", según Pekín, que asegura haber traído infraestructuras y educación a su población.
Para quienes se opusieron al poder chino, el recuerdo es distinto. El levantamiento se produjo el 10 de marzo de 1959 y terminó con la huida hacia India del dalái lama y decenas de miles de seguidores por los puertos nevados del Himalaya.
"Nos pidieron levantarnos para resistir al ejército invasor chino y escoltar al dalái lama al exilio", recuerda el exguerrillero Tsultrim, de 95 años, que todavía conserva el porte de soldado, con un pelo canoso bien recortado y un firme apretón de manos.
En la actualidad es uno de los últimos de una generación que todavía recuerda lo que era el Tíbet libre. Y desde su experiencia, aconseja a los jóvenes tibetanos no confiar nunca en Pekín.
"Antes de que el Tíbet perdiera su independencia, éramos pastores y granjeros", explica Tsultrim a la AFP desde Dharamsala, la localidad del norte de India donde también vive el dalái lama.
"La vida era buena, vivíamos bien... Los ganaderos vendían carne y mantequilla y los granjeros cereales", cuenta.
- El pasado -
En el exilio, Tsultrim se unió a la insurgencia tibetana en el montañoso reino nepalí de Mustang en 1960, donde recibió entrenamiento, rifles y radios de la CIA.
Durante más de una década se infiltraron en el Tíbet controlado por China para tender emboscadas y hacer detonar vehículos militares.
"Éramos voluntarios con nuestro propio caballo y llevábamos nuestro rifle y nuestra comida", rememora. "Seguimos librando la guerra", agrega.
Estados Unidos usó esta guerrilla de de 2.000 hombres como un agente encubierto de la Guerra Fría.
Pero cuando la CIA cortó la financiación y el dalái lama llamó a los guerrilleros a dejar las armas y seguir la vía pacífica que él pregonaba, Tsultrim volvió a la India.
Después de trabajar como jornalero agrícola durante décadas, se retiró a una residencia de ancianos muy cerca de donde vive el líder tibetano.
"Vine a ver al dalái lama antes de morir", dice.
Su camarada Ngodup Palden, de 90 años, también luchó contra China, pero en su caso como paracaidista de las fuerzas especiales indias en la guerra entre ambos países asiáticos de 1962.
"Antes de perder nuestro país, vivíamos cómodamente", dice observando las cumbres nevadas del Himalaya que lo separan de su tierra natal.
"Mi esperanza es volver a un Tíbet libre en vida", asegura mientras hace chasquear las cuentas de oración entre sus dedos. "Tengo algo de esperanza en mi corazón, de volver a mi tierra, mi tierra feliz", continúa.
- El presente -
Para quienes escapan ahora de Tíbet, las esperanzas de Palden son fantasías. El número de exiliados anuales ha pasado de miles a apenas una docena en 2023, afirma el gobierno tibetano en el exilio.
Los activistas aseguran que los movimientos de los tibetanos en su tierra están vigilados y muchos temen arrestos o represalias contra sus familiares si consiguen escapar.
"Me siento como un pájaro que ha estado enjaulado por mucho tiempo y ahora es libre para desplegar sus alas y volar", asegura Tsering Dawa, un exbanquero de 37 años que huyó de Lhasa, la principal ciudad del Tíbet.
Dawa abandonó su vida de clase media en 2020 por temor a ser arrestado después de hablar con periodistas de "sesiones de adoctrinamiento" chinas.
Expertos de la ONU aseguran que China dispone de centros usados para "socavar la identidad religiosa, lingüística y cultural tibetana", algo que Pekín niega.
Dawa explica que ya fue detenido en 2015 sin juicio durante casi un año en el que sufrió palizas brutales e interrogatorios que lo llevaron "al borde de la locura".
Convenció a su madre de marcharse juntos, porque si se quedaban estaban "condenados a morir". Pero "si nos marchamos, hay un 50% de posibilidades de conseguirlo".
Como las rutas para escapar a través de las montañas de Nepal están repletas de fuerzas de seguridad chinas, preparó una pequeña bolsa y pretendió que él y su madre de 68 años eran "turistas que iban de vacaciones".
Intentando esconder su miedo, sonrieron y se tomaron fotografías en el aeropuerto de Lhasa, donde empezó un largo viaje que finalmente los llevaría a India.
Desde su diminuto apartamento de una habitación, el exbanquero explica que dejó atrás 600.000 yuanes (83.000 dólares) en su cuenta, dos casas y un coche. "El motivo por el que salí fue mi voluntad de sacrificarlo todo".
- El futuro -
Las jóvenes generaciones nacidas en el exilio también ven el futuro con incertidumbre.
"China está empeñada en nombrar a su propio dalái lama cuando muera", asegura Tenzin Dawa, una activista de 31 años por los derechos del Tíbet. Nacida en India, ahora dirige el Centro Tibetano de Derechos Humanos y Democracia.
Le preocupa que las nuevas generaciones hayan perdido la esperanza de ver el hogar de sus ancestros y busquen oportunidades en otros lugares, lo que debilita la causa del Tíbet.
"Crecimos apátridas en India (...) y nunca se sabe qué puede pasar cuando su santidad el dalái lama fallezca", reflexiona. "Por eso vemos mucha emigración de tibetanos a Europa y Norteamérica".
De hecho, desde 2011, decenas de miles de tibetanos marcharon de India, según las cifras gubernamentales. "Es una gran preocupación", asegura la activista. "Son las jóvenes generaciones las que tienen que conservar el movimiento".
(A.Monet--LPdF)