El estereotipo de la generación de cristal se rompe en las inundaciones de Valencia
A menudo son presentados como apáticos y poco interesados en nada que no sean redes sociales, pero las inundaciones de Valencia han puesto a prueba el carácter de la llamada "generación de cristal", los nacidos después del 2000, que han superado la prueba con creces.
"Han venido cientos, puede que miles, se han portado estupendamente", explica a la AFP Noelia Sáez, una vecina de 48 años de la localidad valenciana de Catarroja, sobre los jóvenes voluntarios que este miércoles llenaban de nuevo los caminos a las zonas afectadas.
Desde la catástrofe del 29 de octubre, que dejó al menos 219 muertos y 89 desaparecidos, jóvenes voluntarios están en primera línea ayudando a las víctimas, recorriendo cada día kilómetros a pie hasta la zona del desastre, con botas, palas y bolsas con comida o agua en la espalda.
"Los mayores siempre van a decir que la gente que no es de su generación son peores, pero ahora que nos han dado una oportunidad, que ojalá no nos hubieran dado, porque no es una buena situación, los jóvenes hemos respondido bastante bien", explica a la AFP Ángela Noblejas.
A sus 19 años, esta estudiante de ingeniería industrial de Valencia pasó con sus amigas la mañana del martes echando una mano en Algemesí, a unos 40 minutos de la capital regional en tiempos normales, y puede que hasta el triple en las condiciones actuales.
Han llevado "sobre todo productos de limpieza. Botas de agua, como no quedaban, cubrebotas protectores para los pies y todo, porque hay mucho barro, está todo muy sucio, y ya es un poco perjudicial para la salud".
- "Nos preocupa la sociedad" -
Rápidamente tras las inundaciones, y en medio de críticas hacia las autoridades por la lentitud en las labores de rescate, un aluvión de gente, organizada en redes sociales, decidió, palas y escobas en mano, salir de Valencia hacia el sur a limpiar calles y casas de los afectados. Muchos de los voluntarios eran jóvenes.
Noblejas dice haber crecido escuchando a su abuelo explicar historias sobre "la Riada", como se conoce a secas en Valencia la crecida del río Turia en 1957 que inundó la capital y muchos pueblos, dejando decenas y decenas de muertos, y cree que ella está atesorando ahora historias para sus "hijos y nietos".
"Y yo considero que haber ido, haberme manchado de barro, haber ayudado, habrá sido mucho mejor que decirles 'no, yo me quedé en casa sin hacer nada'", estimó.
"Nos preocupa la sociedad", agrega su amiga Gisela Huguet, estudiante universitaria de informática y matemáticas, también de 19 años, refutando la acusación de que están "siempre con el móvil, con las redes sociales, con las nuevas tecnologías".
Un elemento que ha movilizado a los jóvenes es que la tragedia se ha cobrado tantas vidas y destruido tantas casas, que todos conocen a alguien que las ha sufrido, muchos de su edad.
Las víctimas y damnificados, recuerda Huguet, son "gente de nuestro pueblo, gente como nosotros, compañeros de universidad".
- "Algo con sentido" -
José Antonio López-Guitián, un humorista valenciano de 61 años más conocido como Tonino, llega también de una localidad afectada, Massanassa, de ayudar en la limpieza de un fango que cubre su overol azul y sus botas de agua.
Para él, estos muchachos son efectivamente "blandos", como piensan muchas personas mayores, pero son el resultado de "unos tiempos que quizá no son tan duros".
"Son gente de su época, y con sus móviles, y no tienen por qué ser como de los de antes, cada uno pertenece a una época distinta", añade López-Guitián.
"Yo creo que, sobre todo, la gente joven lo que no tiene ocasión es de hacer algo con un sentido", y por unos días tienen "un objetivo real, y sobre todo que es el de ayudar".
"Nos traen comida, nos han ayudado", explicó a la AFP Teresa Gisbert, por cuya calle y su casita en Sedaví, llenas de barro, han pasado decenas de jóvenes voluntarios a ayudarla. Para esta mujer de 62 años, "son ángeles".
(F.Bonnet--LPdF)