Farruquito, un bailaor "impregnado" de flamenco desde la cuna
Heredero de una de las grandes dinastías de flamenco, el bailaor español Farruquito nació "impregnado" de este arte que, para él, "no es solo música" sino "una forma de vivir".
Como hizo su abuelo, el legendario bailaor Farruco, Juan Manuel Fernández Montoya, de 41 años, ha llevado su pasión a públicos de todo el mundo, encandilados por sus furiosos zapateados y sus vigorosas patadas.
"Yo nací impregnado de flamenco ya, porque mi casa es una de las casas de gran importancia en el baile, los Farrucos", afirma el artista en una entrevista a la AFP.
"Mi abuelo el maestro, mi madre, mi tía, mis hermanos, mis primos, mi padre que cantaba... Yo nací ya y la banda sonora de mis días era el flamenco".
Farruquito, con sombrero negro coronando su melena oscura, arrastra todavía el jet lag tras un homenaje en Nueva York al maestro guitarrista Paco de Lucía y un espectáculo en España con su hijo de 11 años.
Ahora llega al Festival de Arte de Hong Kong, donde ofrecerá "un repaso del flamenco más tradicional, pero versionado con la actualidad". Es su primera visita a esta ciudad china, con tres sesiones durante el fin de semana.
Nacido en el folclore de la mestiza región española de Andalucía, este arte combina canto, baile y música, con la indispensable guitarra española a menudo acompañada de castañuelas, tacones y palmas.
Pero la disciplina, declarada patrimonio inmaterial de la Unesco en 2010, gana adeptos también en el Lejano Oriente.
"Hay muchísima gente de Asia que además lo hacen muy bien porque son muy disciplinados, le tienen muchísimo respeto, le ponen dedicación y esfuerzo. Me he encontrado a gente bailando flamenco que, de verdad, para decir 'olé'", explica Farruquito.
Pero para aprender de verdad, "hay que vivirlo de cerca, no se puede estudiar en YouTube", advierte. "El flamenco no es solo una música, es una cultura, es una forma de vivir".
- "Parte de mi corazón" -
Para él, el flamenco es su vida. Nació en una familia gitana repleta de artistas y a los cinco años ya actuaba con su abuelo sobre el escenario de Nueva York.
"Cuando yo me di cuenta estaba haciendo compás, estaba bailando y todavía no sabía andar ni tenía uso de razón", cuenta.
Con 18 años, el diario The New York Times lo declaró como "uno de los mayores bailaores de este siglo" después de su primera actuación en solitario en la Gran Manzana tras el deceso de su abuelo en 1997.
Una carrera meteórica truncada en 2004, cuando atropelló mortalmente a un peatón en España y se dio a la fuga. Cumplió tres año de cárcel y salió en libertad en 2010 con temor por su carrera.
"Durante mucho tiempo me borraron del mapa. Pero era de entender en ese momento", admite veinte años después.
"Con el tiempo y el esfuerzo y el sacrificio pude hacer entender a todo el público que el flamenco es parte de mi corazón y que sería imposible seguir viviendo sin eso otro".
Desde entonces, el bailaor ha reencontrado su lugar en los escenarios, que ahora comparte de vez en cuando con su hijo, Juan "El Moreno": "un regalo" y "un sufrimiento" para él.
- Morir en el escenario -
Abanderado del flamenco puro, Farruquito celebra el renovado interés que despierta la disciplina en artistas de música urbana como Rosalía o C. Tangana.
"Es una muestra de que el flamenco le puede abrir los brazos y abrazar a cualquier otra música. Lo que tenemos que tener un poco claro es que una cosa es aflamencar una música y otra hacer flamenco", apunta.
En plena ebullición de la música en español a nivel internacional, el bailaor y coreógrafo reivindica el potencial del flamenco para llegar a las masas si alguien apuesta por él "de verdad", como ahora se hace con el pop o el reggaetón.
"Ha ocurrido en algunos momentos. Paco de Lucía lo hizo. Camarón lo hizo. Enrique Morente lo hizo. Ha habido muchísimos artistas que han arrastrado masas, cantando por soleá".
Con el peso de liderar ahora la prestigiosa estirpe de los Farrucos, el bailaor reconoce que todavía siente la presión y la responsabilidad antes de presentarse ante el público.
"Hay veces que justo antes de salir al escenario, me quiero ir a mi casa y me quiero acostar", dice.
"Pero hay otras veces que me quiero quedar allí para siempre, me quiero morir allí".
(N.Lambert--LPdF)