Seguridad e incertidumbre esperan en Suiza a ucranianos rescatados por un millonario
Alona Shevchenko, entre lágrimas, estrecha a su bebé contra su pecho con más fuerza cuando el avión despega de Cracovia rumbo a Suiza, donde estarán a salvo pero también ante un futuro incierto.
"Estoy sola. Por fin tengo la sensación de que estamos a salvo, pero no sé lo que nos espera", dice la joven de 29 años.
Alona forma parte de un grupo de 90 refugiados ucranianos -mujeres y niños principalmente- que pudieron subir a un avión fletado por el millonario suizo Guido Fluri.
"Si puedo ayudar, ayudo", dijo Fluri a la AFP en el A320 que fue a Cracovia a recoger a sus inusuales pasajeros.
- Una obligación -
De 55 años, este millonario se inspira en su propia y difícil infancia.
"Cuando tienes la oportunidad y medios más tarde en la vida, hay que aprender a ser responsable con la gente que sufre. Para mí es una obligación", dice.
Es el segundo vuelo que organiza desde que Rusia invadió Ucrania y obligó a más de 3,6 millones de ucranianos a huir de su país.
Desde el 8 de marzo, ha llevado a unas 320 personas al rico país alpino y espera llegar al menos a 400 con la ayuda de asociaciones católicas y en colaboración con las autoridades suizas, polacas y ucranianas.
"Ayudaremos mientras sea posible. El dinero no es la principal preocupación", asegura.
En Cracovia, acompañado de su esposa Tania, de su hijo Samuel (20 años) y su hija Luisa (14), se mezcla en la multitud de futuros pasajeros, de rostros cansados.
La familia Fluri saluda a todo el mundo, reparte pájaros de peluche con los colores de Ucrania a los niños y pregunta el nombre de los gatos y perros que van en el viaje.
- "Peligroso..." -
"Estoy impaciente y un poco asustada", dice a la AFP Olga Titkova, una profesora de inglés para quien dejar su país no fue una decisión fácil.
Su madre y su abuela quedaron en Pryluki, una localidad al este de Kiev que hasta ahora se ha salvado, pero que está a pocos kilómetros de los bombardeos.
"Es peligroso quedarse... Tengo tres niños y debo salvarles la vida", dice mirándolos mientras agarran a su padre, uno de los tres hombres del viaje.
Regresará solo si los rusos se van. "No quiero vivir bajo la bandera rusa. Quiero vivir en un país libre, que mis hijos sean libres", dice.
A bordo, un traductor les describe las etapas del viaje y se escucha "Gloria a Ucrania" entre nutridos aplausos cuando el avión despega.
- Sin planes -
Olena, de 45 años, quien prefiere no dar su apellido, espera "que Suiza ofrezca una vida cómoda" como la que dejó Chernígov, cerca de la frontera con Bielorrusia.
Muestra en su teléfono fotos de una bomba que cayó en un campo de juegos cerca de la escuela de su hijo de 15 años, y que no explotó.
La escuela fue destruida. El adolescente dice que quería estudiar informática, pero ahora no tiene planes.
El viaje no termina en Zúrich. Aún debe seguir a varios puntos de acogida.
Dos docenas de refugiados irán a un antiguo hogar de niños en Soleura, donde Guido Fluri pasó parte de su infancia y el cual compró para transformarlo en un monumento en homenaje a los niños acogidos.
Es una experiencia muy fuerte poder "ayudar a poner a salvo a personas que tuvieron que huir, que han temido a la muerte y contra quienes han disparado", dice Fluri.
Estos refugiados se suman a los 13.000 ucranianos registrados el miércoles en Suiza.
Pero el miedo también estuvo presente en el viaje. Alona Shevchenko era agente de policía en Kiev. "Hoy tengo miedo. Lloro mucho", dijo.
Su marido se quedó para defender la capital. Sus padres, su hermano y el perro también quedaron atrás.
(A.Monet--LPdF)