Le Pays De France - Perpiñán, la ciudad "vitrina" de la extrema derecha en Francia

Paris -
Perpiñán, la ciudad "vitrina" de la extrema derecha en Francia
Perpiñán, la ciudad "vitrina" de la extrema derecha en Francia / Foto: © AFP/Archivos

Perpiñán, la ciudad "vitrina" de la extrema derecha en Francia

Millones de electores se preguntan cómo sería su vida si Marine Le Pen llega al poder, pero los habitantes de Perpiñán, a unos 700 kilómetros al sur de París, ya saben qué es ser la "vitrina" de la extrema derecha en Francia.

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Louis Aliot, portavoz y expareja de Le Pen, candidata de la Agrupación Nacional (RN), gobierna desde 2020 esta ciudad de 120.000 habitantes, una posición clave para ahuyentar el miedo hacia su partido y presentarlo como capaz de gobernar.

"Perpiñán es la vitrina de la 'desdemonización' de RN, porque tenían el candidato para hacerlo", asegura a la AFP Dominique Sistach, profesor de la Universidad de Perpiñán, para quien Aliot es el "caballo de Troya" de esta estrategia.

Pero "es difícil comparar una ciudad con un país", asegura a la AFP el actual regidor, de 52 años, para quien su labor, al frente de la ciudad más grande gobernada por la extrema derecha en Francia, obedece "más al pragmatismo que a la ideología".

¿Cómo es el día a día? "Nada ha cambiado", más allá de la ofensiva del nuevo alcalde contra la catalanidad de la ciudad, una identidad que Perpiñán reivindica desde hace algunas décadas, aseguran los perpiñanenses consultados por la AFP.

- "Más limpia" -

Viernes Santo. En el centro histórico de esta ciudad mediterránea, próxima a España, se respira a mediodía la agitación de la procesión católica de la Sanch (de la Sangre), que recorrerá de nuevo sus calles tras el parón de dos años impuesto por la pandemia de coronavirus.

Vecinos y turistas pueblan las arterias que los cofrades, algunos descalzos, pisarán horas después. Dos mujeres jubiladas pasean por la plaza del Castillet, su principal monumento, donde ondea una bandera francesa y una catalana.

"La ciudad está más limpia", constata Josiane, de 71 años. "Pero depende del barrio", le contesta su amiga Régine, de 66 años. "El alcalde está haciendo lo que puede, pero la gente también tiene que responder", sentencia la primera.

Ambas regresan del barrio de Saint-Jacques, donde se inicia y termina la procesión. Las calles por donde desfilarán a hombros cristos y vírgenes están impolutas. En las aledañas, la basura yace en el suelo, a la vista de la ropa tendida.

Valérie Nomico vive en Saint-Jacques y regenta un comercio en el casco histórico. La dinámica jefa de la Unión de Comerciantes y Artesanos de Perpiñán, de 50 años, está entusiasmada con el regreso de la procesión a las calles y de sus "queridos turistas".

La pandemia, y el consiguiente cierre de comercios, asestó un revés a esta ciudad, donde los niveles de desempleo (alrededor del 12% en la zona a finales de 2021) y pobreza (32% en 2019, casi el doble que en Francia metropolitana) son altos.

"Tuvimos el subsidio por desempleo parcial, pero no pedimos no trabajar", lamenta la vendedora, antes de saludar a una patrulla de policía estacionada entre su tienda de ropa y otro antiguo comercio, ahora cerrado y en alquiler.

En plena pandemia, en julio de 2020, Aliot tomó las riendas de la ciudad. "A título personal", Nomico considera que "era necesario un cambio", pero asegura que "todavía espera" medidas como la dinamización del centro de la ciudad.

- "Bonita publicidad" -

A las 15H00, las campanas anuncian la salida de la procesión de la iglesia de San Jaime. Los capirotes rojos y negros inician su camino de penitencia, precedidos de dos "mediadoras" de la ciudad y varios agentes.

La presencia de la policía municipal es, junto a la limpieza, uno de los aspectos más reconocibles de la política municipal de Aliot. "La gente dice que se siente más en seguridad", asegura Clarie Nöell, una camarera de 50 años.

Retenes, de reciente creación y que solo abren unas pocas horas al día, pueblan la ciudad. En la avenida que conecta el centro con la estación de trenes, un enorme cartel blanco reza "POLICÍA MUNICIPAL" en mayúsculas.

"Esto es exactamente la política de Aliot: hacer este tipo de cosas que se ven mucho" y continuar los proyectos de arreglo de calles del antiguo equipo de gobierno, asegura Annabelle Brunet, de 45 años y antigua concejal centrista.

El regidor, que en febrero reivindicó "200 agentes" y un "presupuesto de 11 millones de euros", defiende su "policía de proximidad" y los retenes: "¿Qué vale más no tener ninguno o tener uno abierto de 11H00 de la mañana a 15H00 de la tarde?".

La asociación La Cimade, que ayuda a unos 1.300 migrantes sin papeles al año con sus gestiones, confirma que la llegada de un alcalde de extrema derecha no ha cambiado mucho la situación respecto a su predecesor de derecha, Jean-Marc Pujol.

"Ya tenía el trabajo hecho", ironiza Jacques Ollion, un antiguo funcionario jubilado de 72 años, en la pequeña sede de la asociación en el barrio pobre de Saint-Mathieu, situada a pocos metros... de un retén de policía.

El principal cambio, según él, es su mediatización. Además de sus declaraciones "virulentas" contra los migrantes menores no acompañados, el alcalde logró una "bonita publicidad" cuando viajó a Polonia para traer un centenar de refugiados ucranianos, agrega el voluntario.

- "Perpiñán, la resplandeciente" -

Tras contemplar la procesión de la Sanch, los espectadores dejan sus sitios detrás de las vallas engalanadas con el lema "Perpiñán, la resplandeciente" para seguir disfrutando de la cálida y soleada jornada primaveral.

Algunos pasan delante del antiguo hotel-restaurante La Cigale, frecuentado otrora por la comunidad "pied-noir" (franceses de origen europeo que abandonaron Argelia tras su independencia), y en el que el consejo departamental quiere crear un centro para menores migrantes, contra la opinión de la alcaldía.

"Una vez que todo está limpio y que tenemos policías un poco por todas partes, ¿qué hacemos?", se pregunta Sistach, quien alerta del reto de Aliot para diferenciarse de su predecesor de derecha y responder ante sus electores.

La única diferencia real está en los símbolos: Aliot instaló una bandera francesa en el Castillet, Perpiñán ya no es "la catalana", sino "la resplandeciente", etc.

El alcalde explica que el sobrenombre de "la catalana" lo "impuso" en 1995 el entonces regidor Jean-Paul Alduy. "Perpiñán es catalán (...), pero hemos querido darle una dimensión mucho más universal, más abierta al Mediterráneo".

"Ahí encontramos las viejas prácticas de la extrema derecha" cuando llega al poder local, explica no obstante el profesor universitario, para quien otro de los retos del alcalde será dinamizar la economía y conseguir atraer grandes marcas.

Pero "lo que ha pasado en el ayuntamiento de Perpiñán puede pasar en Francia, aunque la gente aún no se ha dado cuenta", advierte Brunet, actual consejera departamental, para quien la victoria de Aliot se debió a que la gente "estaba harta" del anterior alcalde.

(R.Dupont--LPdF)